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Peregrinación por la Feria del Libro (II)
En esas manzanas encontramos resumidas la historia patria y literaria de Colombia hasta bien entrado el siglo XX.
Lunes, 2 de Mayo de 2016

Siempre que voy a Bogotá procuro estrictamente recorrer lo que supuestamente era la ciudad colonial, de pronto un área un poco más recortada si partimos de la actual plaza de Bolívar, nombre que recibe desde mediados del siglo XIX, porque desde 1821 se le llamó Plaza de la Constitución: hacía el sur, las tres calles de la Carrera; al norte, las tres calles del Comercio; al oriente, el otrora aristocrático barrio la Candelaria, y al occidente, el palacio Liévano y sus alrededores.

En esas manzanas encontramos resumidas la historia patria y literaria de Colombia hasta bien entrado el siglo XX, desde el punto de vista de los inmuebles donde nacieron, vivieron o escribieron sus obras tantos personajes como los esposos José María Samper Agudelo y Soledad Acosta de Samper; él, con su Derecho público interno, y ella, con infinidad de novelas como Laura, Constanza y Una venganza, entre muchas otras. En este inmueble hoy funciona la Academia Diplomática San Carlos, donde Colombia prepara sus futuros embajadores y cónsules para después ignorarlos y darles el puesto a los recomendados de los congresistas y familiares del Príncipe.

No puede faltar la visita a la bien conservada casona de la familia Cuervo Urisarri, donde nació don Rufino José y donde empezó a recoger información para lo que sería las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano y el inicio de su Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, siempre ayudado por su hermano Ángel -el ángel guardián de toda la familia-, quien para alejar la pobreza se dedicó a la fabricación de cerveza y tuvo un éxito rotundo.

Entonces podría decirse que el famoso Diccionario de don Rufino José Cuervo -que él no terminó- se inició con los recursos que obtenía la familia con la fabricación de la cerveza Cuervo, en 1942 el Gobierno crea el Instituto Caro y Cuervo para que le dé fin a dicha obra pero no pudo por falta de recursos, entonces el industrial Julio Mario Santo Domingo apropió los recursos necesarios para su terminación: 200 millones de dólares que fueron administrados desde la gerencia de Cervecería Bavaria, y el Instituto y su obra ganó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 1999.

Es decir, el Diccionario lo empezó la cerveza y lo terminó la cerveza, 120 años después de que don Rufino diera a conocer, junto con don Venancio G. Manrique, su Muestra de un diccionario de la lengua castellana, que hoy se puede leer con cierta curiosidad.

Generalmente en los días de la Feria del Libro la Librería Yerbabuena -que funciona en la casona de los Cuervo y es la sede del Instituto Caro y Cuervo, en el barrio La Candelaria-, está cerrada, entonces en la Feria hay que buscar el stand del Instituto para conocer las novedades de sus investigaciones filológicas y literarias. Y encontramos sorpresas bibliográficas que sería prolijo enumerar y oneroso adquirir. 

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