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Conspiraciones de jabardillo
El jabardillo es connatural al mundo latino. De un jabardillo anterior a las reuniones del Senado romano, salió el fin de Julio César.
Jueves, 18 de Agosto de 2016

“La cicutéz del amigo” llaman los argentinos, a esa disposición cotidiana que se da  entre compinches, en donde alguno piensa con el deseo de lo malo hacia el que mejor le va, o al que cae bien, o es afortunado porque siempre cae para arriba. La cicutéz que le tienen los políticos a Andrés Pastrana y a César Gaviria, por ejemplo, a quienes Dios les regaló la ventaja de no padecer la ley de la gravedad.

Esa cicutéz es flor de mala hierba en todas las regiones del país, desde el Cabo de la Vela hasta Leticia, desde Cúcuta al Urabá o a Pasto, desde Arauca hasta Itsmina en Chocó. En todas las ciudades de Colombia y con mayores decibeles en las capitales de departamento, hay jabardillos de café, de cafetín, de fuente de soda, de barra de cerveceros o de pasillos de club, de atrio de catedral o de lambericas de sacristía, de esquina de viejos verdes, amarillos o tornasol, de salones de billar o de mesa de apostadores, todos deseando el mal a quien le  va bien, o cae de para arriba.

El jabardillo es connatural al mundo latino. De un jabardillo anterior a las reuniones del Senado romano, salió el fin de Julio César.  De un jabardillo cerca de la bóveda de las danzas de unos niños asiáticos salió en el brutal fin de Calígula. De un Jabardillo nació el acuerdo para planear el fin de Rasputín en Rusia.

Un jabardillo es una conspiración cordial y bulliciosa con alto contenido de ese sabor argentino llamado “la cicutéz del amigo. El jabardillo es ese ruido peculiar, zumbón, fastidioso pero soportable con la justificación del buen comportamiento, los modales pero que fastidia y pica. El jabardillo es como ese ruido que hacen  los enjambres de avispas, de insectos fastidiosos, enjambres que a veces se tornan peligrosos como las abejas africanizadas que llegan a matar. Ese sonido se compara con muchas conversaciones de cafetín o de club, que no son elogiosas para los participantes.

Uno recuerda varios incidentes del pasado, de un pasado muy lejano y rememora el jabardillo del Hotel Internacional muy vecino a la Gobernación, que casi produce varias tragedias de diputados, o el jabardillo de la Araña de Oro, que originó encuentros a tiros de los mismos en pleno Frente Nacional y hasta divorcios.

Conspiraciones de tacaños, malos clientes de los sitios donde se reúnen, efectos devastadores en los lazos de amistad, en la honras de mujeres honestas pero públicas o de hombres sabios, prudentes, gerenciales, maestros y doctores pero pulcros, de esos que no dejan trabajar.

Las vainas de la “cicutéz”.

Pero como en el Eclesiastés 3, Todo tiene su tiempo bajo el sol. En Colombia llegó el tiempo de la paz, ya se va atemperando y estamos en los tiempos del perdón. Garrapateo estas frases, porque me exigen explicaciones del por qué abandone la posición crítica. No la he dejado. Solo que ya no la realizo desde esta atalaya, estoy en tregua, La tregua de la paz y del perdón y del olvido. Mis hijos me convencieron de la paz de “de La Calle”, del perdón a las Farc y al Eln.  Ya me reconcilié con toda la “godarria”, solo me falta los de la U y lo estoy intentando. Y sin jabardillos de Mc callister.

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