La historia del Aeropuerto está íntimamente ligada al surgimiento de negocios que se volvieron icónicos y que crecieron a la par del barrio, como quiera que fueron el punto de encuentro de la comunidad y un referente de sana diversión.
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El Carretero fue el primero de ellos, ubicado en la esquina de la avenida 2 con calle 2, en el norte de Cúcuta, famoso por la atención y la buena música con la que deleitaba a los asiduos clientes su propietario Hernán Jesús Ortiz, un caleño al que todos llamaban ‘El Duro’.
María Fanelly Arias, con más de 70 años, natural de Pereira (Risaralda) y viuda de Ortiz, conserva los elepé o LP (del inglés long play), también llamados discos de larga duración, que fueron el más preciado bien de su esposo.
Están en el patio de la casa de una hija, en el barrio Virgilio Barco, durmiendo el sueño de los olvidados, en una pila interminable en la que hay no menos de 1.000 discos de acetato en formato de 30,5 centímetros de diámetro, con infinidad de míticas carátulas que serían la delicia de cualquier melómano.
Los inicios
María Fanelly recuerda que llegaron al barrio La Ínsula a pagar arriendo en una pequeña habitación, hasta que él se empleó como disc-jockey (DJ) del famoso bar Casa de Muñecas, el más importante de la zona de tolerancia que funcionó en el norte de Cúcuta.
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Coincidió su estadía en ese sector, con la invasión de los terrenos cercanos al Camilo Daza, hacia 1976, y Hernán Ortiz creyó que había una posibilidad de hacerse a un lote para edificar allí su casa.
Hizo amistad con Medardo Antonio Mejía, quien era el presidente de la Junta Comunal, quien les vendió un lote en $6.000, que ya tenía las bases para construir una habitación, a la que se fueron a vivir una vez estuvo levantada y empezaron a organizarse.
En ese lugar nació El Carretero, nombre tomado del son compuesto por el artista cubano Guillermo Portabales, que era el himno oficial del establecimiento que Hernán, amante de la música Guajira o campesina de Cuba, hacía sonar la mayor parte del tiempo.
Ay, por el camino del sitio mío, un carretero alegre pasó/. En su tonada que es muy guajira, y muy sentida alegre cantó…/ Soy guajiro y carretero, en el campo vivo bien./Yo soy guajiro y carretero, y en el campo vivo bien./Porque el campo es el edén más lindo del mundo entero...
Esas sentidas letras y melodías que recibían al rumbero hicieron que El Carretero se convirtiera en un sitio muy popular en la ciudad, donde los principales y primeros clientes fueron los taxistas del aeropuerto Camilo Daza, quienes dejaban los carros en la bahía frente al aeródromo para ir por un camino a escuchar música y a tomar cerveza en un lugar tranquilo en medio de la nada.
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Luego se inició la apertura de la vía de acceso y fue creciendo el número de visitantes al quedar el local en toda la entrada al barrio y junto a la avenida, además porque tuvieron la idea de hacer volantes que repartían los taxistas por todas partes y la de pagar cuñas en algunas emisoras de Cúcuta.
La frontera registraba para esa época una gran dinámica por el buen precio del bolívar y los venezolanos que venían por montones a hacer compras, aprovechaban para pasarse por El Carretero atraídos por los aires de tango, boleros y salsa, que eran el fuerte dentro del variado repertorio de música que Hernán guardaba celosamente en su cabina sonora.
Fue tal el éxito del negocio que se presentaban reconocidas orquestas y cantantes de moda que hacían el deleite de la clientela, entre ellos el cantante y compositor de boleros colombiano Luis Alberto ‹Tito Cortés›, que actuó en El Carretero en noviembre de 1980.
«Aunque la fiesta se prendía en las noches, cuando llegaban las parejas a bailar, los domingos era frecuentado por familias del barrio y sus alrededores por ser uno de los pocos lugares que había para divertirse, de ahí que era un sitio querido por todos y donde muchos esposos de hoy en día se conocieron», dice la viuda de Hernán Ortiz.
En la actualidad, donde funcionó por varias décadas El Carretero, se levanta un edificio con locales comerciales, que nada tiene que ver con el bullicio, la alegría y la diversión que allí se vivió.
La zona rosa
En las primeras décadas del barrio Aeropuerto se consolidaron otros espacios para el ocio y la celebración nocturna, que fueron conocidos como El Paraíso y la Cueva del Chulo, ubicados en la calle 16 entre avenidas 2 y 3; Los Coca-Cola, en la calle 14 con avenida 3 esquina, que fue un salón que alquilaban para fi estas y reuniones, y los Pooles Patolandia que aún existen.
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La pavimentación de la vía principal, con recursos asignados por el alcalde Enrique Cuadros Corredor, le dieron un gran empuje a ese sector de la ciudad, al punto de que la avenida 2 se convierte en las noches en la ‘Zona Rosa’.
A lo largo de la avenida principal, desde la calle 1 hasta la 20, han sido montados restaurantes, almacenes de ropa, salones de belleza, heladerías, ferreterías, supermercados, estancos, cervecerías, discotecas, sedes bancarias, entre otros negocios que hacen de este corredor un importante centro de comercio y diversión para los habitantes del Aeropuerto y sus alrededores.
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