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Memorias
La central hidroeléctrica del Zulia
Se hicieron evidentes las prioridades para detectar alternativas que permitieran el montaje de nuevas plantas electrificadoras.
Viernes, 7 de Abril de 2017

A principios del siglo XX, en Cúcuta como en el resto del país, el servicio de energía eléctrica tenía, relativamente pocos años de estarse prestando y sólo para el alumbrado público. Cúcuta fue la primera de todas las ciudades de Colombia que tuvo alumbrado público, tan solo 17 años después de haberse inventado las bombillas incandescentes por parte de Edison. En el último quinquenio del siglo XIX se fundó la Compañía del Alumbrado Eléctrico de Cúcuta. Para no quedarse atrás, el municipio, después de un año de trámites, decidió participar de la empresa, entrando como socio con el 3% del capital. La generadora estaba ubicada en la hacienda Los Patios y captaba agua del entonces caudaloso Pamplonita; alcanzaba abastecer de fluido eléctrico a las 400 lámparas que contemplaba el contrato que por trece años habían firmado en mayo de 1896, sin la obligación de tener que hacer ningún traspaso al municipio al vencimiento del plazo.

Al término del contrato, hubo un fallido intento de crear una nueva empresa, pero al no lograrse ningún acuerdo, se le concedió una prórroga por cuatro años más, incluida la exención total de los impuestos municipales. Esta empresa funcionó hasta 1953, año en que fue adquirida en su totalidad por el municipio de Cúcuta. Mientras esto ocurría con el alumbrado público, en 1914, recién declarada la primera Guerra Mundial, se constituyó la Compañía Unida Eléctrica de Norte, siendo su principal accionista el municipio de Cúcuta y algunos particulares, entre los cuales estaban los hermanos Mariano y Eugenio Penagos y algunas otras personalidades de la ciudad. A partir de entonces se produce la expansión de la compañía por los municipios aledaños a la ciudad, incluyendo la planta de mil kilovatios construida sobre el río Peralonso en el sitio conocido como el Alto de Los Compadres, dada al servicio al finalizar la década de los años veinte.

A partir de entonces, las necesidades del servicio fueron creciendo, razón por la que, se hicieron evidentes las prioridades para detectar alternativas que permitieran el montaje de nuevas plantas electrificadoras.

Ante estas perspectivas, a partir del año 44 del siglo pasado se generó un movimiento cívico-político que buscaba por todos los medios a su alcance promover e impulsar una obra redentora para la región, cuyo principal objetivo era proveer de energía eléctrica la ciudad de Cúcuta y sus municipios aledaños. Podría decirse que este proyecto es el precursor de la tan mencionada represa del Cínera o el mal llamado Embalse Multipropósito del mismo nombre. Digo mal llamado, porque aunque la aspiración era loable, tanto las condiciones como las circunstancias, no cumplían con las expectativas de un proyecto de esta envergadura.

Los entes territoriales de hoy, como fueron la Gobernación, encabezada por  Manuel José Vargas, el municipio de Cúcuta, cuyo alcalde Benjamín Ochoa Rueda y el Concejo  que presidía el médico Miguel Roberto Gélvis Sáenz, con la promotoría del Comité de Acción Cucuteña, se dieron a la tarea de impulsar el proyecto que consideraban, tendría la capacidad suficiente para suplir las necesidades presentes y futuras de las viviendas y serviría para impulsar la industria que desde ya comenzaba a vislumbrarse. El proyecto fue llamado Central Hidroeléctrica del Río Zulia.

Como cada uno de los entes  tenía sus intereses, la propuesta se fue complicando a medida que el tiempo pasaba. El Concejo, es decir, la coalición mayoritaria, no mostraba mayor interés sino que prefería que la actual empresa proveedora del servicio eléctrico, del que era accionista mayoritario el municipio, ampliara su capacidad mediante la compra de otra unidad generadora. Esta alternativa, según estudios hechos por técnicos contratados por el Comité de Acción Cucuteña, señalaba que, a pesar del ensanche propuesto, el nuevo equipamiento sería insuficiente para satisfacer las exigencias  de la capital nortesantandereana  y que esta operación, en lugar de solucionar el problema vendría a agravarlo  y a hacerlo insoluble, según manifestaron algunos de sus líderes “Resulta peregrino pensar que el municipio, después de adquirir el nuevo equipo y cuyo costo será sin duda considerable, vaya a abandonarlo para montar la Central Hidroeléctrica.”

Por su parte, la Gobernación era la más interesa en el desarrollo de la Hidroeléctrica y para demostrarlo, expidió un decreto, en uso de facultades extraordinarias que le había aprobado la Asamblea, mediante el cual aprobaba el traslado de $150.000 del Banco Ganadero, para completar los aportes a la sociedad Central Hidroeléctrica del Río Zulia. Según el Secretario de Gobierno Departamental Eduardo Silva Carradini, ya se tenían listos todos los requisitos exigidos por las normas de entonces, para constituir una sociedad, que inicialmente se estableció fuera de Responsabilidad Limitada, con aportes distribuidos así, la Nación con el 51 %, el departamento con el 29% y el municipio de Cúcuta con el restante 20%. La sociedad de responsabilidad limitada se había propuesto, pues se consideraba el instrumento jurídico más adecuado para darle consistencia legal a la asociación de las tres entidades de derecho público. En la correspondiente minuta de constitución se habían definido los estatutos, de manera que lo acordado constituía ley para todos los socios, además para facilitar su normal funcionamiento, se habían establecido fórmulas que procuraban una acertada y eficaz administración, sin sacrificar los derechos de la minoría.

Los estatutos propuestos por el Ministerio, que representaba la Nación, establecían que tanto las modificaciones al contrato social, como la elección del Gerente, se debían autorizar con el 85% de los votos. Esta propuesta no gustó ni al gobernador, que proponía que la proporción para estos casos fuera del 80%, que para los efectos administrativos le convenía suficientemente, pues en compañía de la Nación obtendría fácilmente este porcentaje, ni al alcalde – y menos a los concejales-, que solicitaban que los votos necesarios para la toma de decisiones fuera del 70%, muy conveniente para sus aspiraciones burocráticas. El hecho es, que por estas peleas intestinas, el proyecto se fue diluyendo paulatinamente. Mientras tanto, el municipio de Cúcuta, compró la Compañía Unida Eléctrica del Norte en 1947 y cinco años más tarde, fundó oficialmente su propia central eléctrica y para enterrar definitivamente el proyecto de la Hidroeléctrica, en 1955 contrató con la Colombian Petroleum Company, el montaje de una planta 
térmica en Tibú, con tres unidades que se dieron al servicio en los siguientes siete años y que suministraba electricidad a 30 municipios del departamento.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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