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Un señor vicepresidente

Es el candidato ideal para llevar a cabo la imprescindible tarea de consolidar la paz que él ayudó a negociar en Cuba.

Es como lo expresó el presidente Juan Manuel Santos: “El general (en retiro, Óscar) Naranjo es la persona correcta, para el cargo correcto y en el momento correcto”. Es el vicepresidente de la República para este momento en Colombia.

Es un policía como debieran ser todos los policías colombianos: profesional, preparado académicamente, civilista, apegado a la normatividad legal, humanista, sensato, prudente, pragmático, político (no partidista), y experto como pocos en lo relacionado con la seguridad.

Pero, en especial, Naranjo es un demócrata a carta cabal, y esa característica tan escasa, en un país tan agitado por los partidos políticos, merece ser reconocida.

Es el candidato ideal para llevar a cabo la imprescindible tarea de consolidar la paz que él ayudó a negociar en Cuba, la seguridad, la tranquilidad y el progreso social que requiere con urgencia la nerviosa e inquieta Colombia de la posguerra.

No es gratuito que fuera conocido como el mejor policía del mundo, a raíz de su lucha contra el narcotráfico y, en general, contra todo el crimen organizado. 

Solo para consolidar la paz, Naranjo va a necesitar de las 24 horas del día: el país está dividido profundamente por algo que todos los países pretenden para sus ciudadanos: la paz, siempre tan esquiva, y tan frágil como alas de mariposa.

Y cada día que pasa, la división se agudiza, por razones triviales, todas tan baladíes que parece mentira que sean usadas para oponerse a un proceso por el que cada colombiano soñó durante años y años: vivir, morir y ser sepultado en paz.

Por fortuna, Naranjo sabe cómo va el agua al molino, y por eso sostiene que su trabajo estará enfocado hacia “superar visiones apocalípticas que multiplican la desconfianza y convierten al miedo en instrumento de movilización política”. Y si alguien como él, prudente, lo dice, es porque, sin ufanarse, sabe de qué habla.

Porque no es secreto que, por ejemplo, en torno de la exguerrilla de las Farc se sostiene, contra viento y marea, una matriz de opinión difícil de desvirtuar sin el paso del tiempo, según la cual todo el proceso de La Habana se trata de una estratagema para ganar algo de tiempo mientras se apoderan del poder del Estado de un zarpazo. Desde luego, ese criterio se ha inculcado desde sectores políticos que atizan la hoguera del partidismo jugando con el miedo de otras épocas…

Esta, hasta terminar el gobierno, será una jornada de apaciguamiento de los ánimos, de desarme de los espíritus, de reconocimiento de errores de un lado y del otro, y para ello está —que ni mandado a hacer— el vicepresidente Naranjo, hombre de respeto, de honor, de palabras certeras y de acciones reconocidas en el mundo, como que hace poco fue incluido por la revista Foreign Policy como uno de los 500 personajes más influyentes del planeta.

Algo, de seguro, cambió ya en la vicepresidencia con Naranjo: la altisonancia verbal, la agresividad gestual, la rispidez en los modales y en el trato con los demás. Es un estilo distinto.

De algo podemos estar seguros todos los colombianos: ni en el peor de sus momentos —y pese a la rudeza de su oficio policial—, Naranjo se atreverá a levantar la mano contra nadie… Es un caballero. Es el señor vicepresidente.

Jueves, 30 de Marzo de 2017
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