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Cotarro político

Eso es producto de las “arrecheras” con los jefes, como dicen en Cúcuta. ¿Con qué argumento y convicción hablarán a sus electores potenciales? 

Aunque aún estamos en crisis sanitaria pandémica y con amenaza de aparición de nuevas cepas que nos complicarán el trasegar diario, y sin saber si esto influirá de alguna manera en el desarrollo del proselitismo político venidero, por aquello de las concentraciones multitudinarias o de grupúsculo, es cierto que, con la entrada en vigencia de la obligación de renunciar con anterioridad a un año del día de las elecciones, que empezó el pasado sábado, se da inicio a la batalla electoral en Colombia. Es decir, el pasado sábado 13 de marzo empezó a regir formalmente el calendario electoral para las elecciones a Congreso de la República, que se verificarán el 13 de marzo de 2022.

La Registraduría dio a conocer la hoja de ruta, que empezó con la inscripción de cédula, el registro de comités inscriptores de grupos significativos de ciudadanos y comités independientes promotores del voto en blanco, proceso que se extenderá hasta el próximo 13 de noviembre. 

Volveremos a escuchar en el análisis periodístico todas aquellas palabras y frases que tradicionalmente han conformado nuestro vocabulario político: Por ejemplo, escucharemos “Feudo político”, ese sector territorial donde las formaciones políticas obtienen siempre su mayor caudal electoral y cuida generosamente. “Multiplicador”, porque los candidatos saben que, generalmente, en las reuniones de pocas personas están los que de alguna manera “mueven masas” barriales, y apelando al argumento certero hacen hincapié en la necesidad de que cada uno de los asistentes multiplique su electorado, deben ser multiplicadores. “Cotarro político”, es el ambiente político, el cual empieza a calentarse a medida que se acercan las justas electorales, las mismas de las cuales denigramos tanto los colombianos, pero vivimos intensamente. 

A principios del siglo en curso un periodista bogotano que tuvo carrera política fugaz sacó conclusiones luego de su “chapuzón” político. Entonces habló de “Fauna política”, y nos dice que los hombres como animales que son, durante la época de elecciones pueden catalogarse en una clase zoológica muy especial: El perrito, es el señor o la señora que hacen cola para hablar personalmente con el candidato y exponerle su difícil situación económica para que los ayude. El castor, que hace cola y solicita al candidato, arena, cemento y ladrillos para terminar una obrita. La abeja, es el oportunista que asiste y, si es posible, habla en todas las reuniones de diferentes candidatos haciéndoles creer que los acompaña fervorosamente y esperar recompensa. La ardilla, es el presidente de acción comunal o el individuo con algún prestigio en el barrio que aprovecha el salón comunal para promoverles reuniones a los principales candidatos, para que cuando alguno de ellos gane recordarle su gran colaboración y pedir algo en compensación. 

Aunque hasta cierto punto ya no es “delito o falta”, hay personas de cierta edad que no aceptan que políticos que tradicionalmente han militado en determinada formación política trasteen sus intereses a otra colectividad, otrora su oponente.

Lo único que aceptan es ser disidente dentro del propio partido político. Pero, trasladar, sin vergüenza alguna, su militancia tradicional a un partido radical e ideológicamente opuesto, no tiene presentación. Eso es producto de las “arrecheras” con los jefes, como dicen en Cúcuta. ¿Con qué argumento y convicción hablarán a sus electores potenciales? 

Martes, 16 de Marzo de 2021
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