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Un pollo para cien políticos

De ahí que los horrores nos sigan aplastando con el peso soberbio de la impotencia.

Publica La Opinión una  fotografía en la que se ve un grupo de niños del Instituto Técnico Carlos Ramírez París, del barrio La Primavera (niños de no más de nueve añitos), almorzando en el suelo.

El texto que acompaña la fotografía lo escribe la periodista Jennifer Rincón y vale la pena que todos lo lean. La  edición es del 6 de febrero y lo pueden consultar por internet bajo el título “Un pollo para cien niños”.

Dice el informe que la empresa encargada de la alimentación escolar es Liber Norlácteos cuya responsabilidad se le adjudicó luego de haber ganado una licitación por 11 mil 539 millones de pesos. No dice, en cambio, que la empresa le pertenece a Jensy Miranda, un contratista exitoso amigo de muchos políticos y empresarios de Cúcuta que fue extraditado a España por narcotráfico.

La noticia causó horror e indignación entre la sociedad cucuteña. La forma humillante a que son sometidos los niños para recibir los alimentos nos avergüenza como seres humanos. Pero entre los horrorizados e indignados no hay uno solo que tenga poder. Una madre comunal no tiene poder. Un columnista de prensa, tampoco. Un vendedor de dulces, menos. En sociedades como la nuestra los que se indignan siempre son los que no pueden hacer nada.  De ahí que los horrores nos sigan aplastando con el peso soberbio de la impotencia.

Los niños de todos los tiempos y de todas partes del mundo siempre han sido víctimas del maltrato de los adultos: reclutados para la guerra en Colombia, África y Siria; explotados sexualmente en más de medio mundo. Obligados a pedir limosna en todos los semáforos de América Latina; niños quemados por explosiones de guerra en Vietnam,  Corea del sur y la España franquista. Los niños, como los ancianos, son los más maltratados tanto en la historia de las sociedades como en la historia de la literatura. Desde los expósitos de la literatura griega hasta los libros de Mónica Zak, pasando por los personajes de Dickens (y una niña explotada sexualmente en un cuento de García Márquez), todos los niños sufren en el mundo de los adultos.

Hay niños a los que les va bien, que almuerzan en el suelo y cuando grandes son funcionarios públicos. Me refiero a Luis Carlos Guzmán, subsecretario de educación municipal, quien trató de minimizar el escándalo diciendo que él también, cuando niño, almorzaba en el suelo. Por ese cinismo deberían obligarlo a que vuelva a almorzar en el piso pero usando como cubiertos los zapatos del alcalde.

El debate apenas comienza. Los candidatos al Senado y Cámara no se han pronunciado sobre el tema probablemente porque los niños no tienen cédula y, por lo tanto, no pueden votar. Yo propongo que rellenemos un pollo con todas nuestras cédulas y lo tiremos al piso. Van a ver cómo todos los políticos caen en estampida, arrastrándose y mostrando sus miserias. Un pollo para cien políticos de esos que da Liber Norlácteos de manera tan generosa.

Jueves, 23 de Julio de 2015
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