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Tragedias anunciadas

Cúcuta no cuenta con un mínimo de análisis del riesgo sísmico, fenómeno natural que hace 142 años destruyó la ciudad.

Por andar pendientes de la tragicomedia política colombiana, se nos olvidan los riesgos naturales, que con regularidad pasmosa suceden ante nuestra indefensa posición. Esta vez le tocó a Mocoa. Se nos olvida que ese actuar, entre inepto y corrupto, a nivel regional puede ser mortal, como es el caso en Cúcuta que no cuenta con un mínimo de análisis del riesgo sísmico, fenómeno natural que hace 142 años destruyó la ciudad.

La ciudad está considerada en el mapa de amenaza sísmica como de riesgo alto, con sismo esperado de hasta magnitud 8. La famosa escala de Richter, de manera simple, establece el tamaño de la onda generada por la liberación de energía e implica que cada magnitud de onda es 10 veces mayor que el anterior. En cuanto a energía liberada, cada unidad de magnitud Richter implica 32.000 veces más liberación de energía que la del digito anterior. Solo como referencia, un sismo de magnitud 8 libera la energía de más de 300.000 bombas atómicas del tipo de las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. Si esa energía se libera a gran profundidad, gran parte de esa energía queda en la tierra, pero si es superficial, a menos de 60 kilómetros de la superficie, un sismo 8 es catastrófico. 

Los sismos los producen fallas geológicas, que es el desplazamiento de grandes porciones de la corteza terrestre que se mueven unas contra otras. Cuando chocan producen liberación de energía, que se llama sismo. Por eso es tan importante identificar las fallas regionales que en nuestro caso son la Boconó y Uribante-Caparo que entran a Venezuela y la frontal de la cordillera oriental. Pero, como se ha encontrado en terremotos como el de Popayán y el eje cafetero, hay un sinnúmero de fallas locales que pueden ser también peligrosas, que ni se conocen. Para eso y para identificar la interacción con los suelos superficiales, sobre los que se construye, es que se hacen los mapas de microzonificación sísmica. Estudiar cada falla permite establecer en promedio cada cuanto tiempo libera energía; es mucho más complejo que eso, pero lo que hay que saber es que un sismo de magnitud importante en Cúcuta se va a producir, lo que no se sabe es cuando.  

Otra escala sísmica, esta cualitativa llamada de Mercalli, es el daño que un sismo produce a, por ejemplo, un área urbana. Un sismo de magnitud 6 a 70 kilómetros de profundidad, libera la misma energía, pero los daños en superficie pueden ser diferentes en dos zonas distintas. Esto es lo que hace Mercalli que va de I a XII, siendo este valor final, destrucción total. Una misma magnitud Richter puede tener dos valores en Mercalli en dos zonas distintas. Esto es lo que llamamos riesgo, que es el producto de la amenaza (magnitud y profundidad de un sismo) multiplicado por la vulnerabilidad del sitio. 

Y la vulnerabilidad es, en resumen, qué tanto estamos preparados para afrontarlo y no me refiero a simulacros. Veamos lo que ha pasado en Colombia. Es común que los cuerpos de bomberos, sin presupuesto, ocupen una casa vieja, la cual es la primera en caer sobre los vehículos inutilizándolos, ante los incendios producidos por diversas causas, que es el principal efecto colateral de un sismo. Es común también la rotura de las redes viejas de acueducto dejando sin abastecimiento los hidrantes. El sistema de salud, usualmente colapsado se paraliza en primer lugar, porque hospitales y clínicas, quedan en las zonas más congestionadas de tráfico, lo que impide el acceso de heridos. Y si se pudiera acceder, usualmente los hospitales cuentan con grandes áreas de maniobra de ambulancias y atención masiva, que la burocracia medica convierte en parqueaderos “privados”. Cerros erosionados, usualmente presentan deslizamientos que caen sobre viviendas, cuando no taponan quebradas y crean avalanchas. En el terremoto de 1981 muchas casas de Cundinamarca y el Contento, quedaron en pie por la corta duración del sismo. Techos muy pesados sobre paredes de bahareque crean efecto péndulo que termina la casa. Y no faltan las fallas de diseño y construcción, como el efecto de columna corta que se mostró también en 1981. 

Limitar la vulnerabilidad y lograr resiliencia, es decir rápida recuperación a los daños, requiere verdadera planeación urbana y no solo un mapa de microzonificación sísmica. El POT, mecanismo de planeación, se usa para “peajes de construcción” y no como herramienta de desarrollo. No ayuda y perjudica, contar con autoridades regionales y locales a las que el tema no solo no les interesa, sino que tampoco lo entienden. Eso nos lleva a una fórmula mortal: Ineptitud + Corrupción = Riesgo Mortal. La politiquería puede matar y mata. Como la sabe hoy Mocoa.

Viernes, 21 de Abril de 2017
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