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Plebiscito

Lo más relevante que se obtiene de leer este documento radica en que el principal aparte referente a la tierra y el futuro de la misma.

Empiezo por recomendar el suplemento del pasado domingo en el diario El Tiempo, que resume de manera clara y precisa los principales puntos del “Acuerdo gobierno- Farc para la terminación del conflicto”, documento menos extenso que el texto final, pero para los colombianos cuya gran mayoría no gusta de leer ni las etiquetas, resulta muy práctico y resumido, de lo pactado y próximamente firmado por las partes.

Lo más relevante que se obtiene de leer este documento radica en que el principal aparte referente a la tierra y el futuro de la misma, razón principal de la lucha armada de las Farc en sus comienzos, no trae nada nuevo, ya todo está en la Constitución y en las leyes del país de más leyes y normas del mundo, y solo refrenda que el Estado se compromete a sanear el campo, a tecnificarlo, a llevarle la civilización a los campesinos de Colombia, como lo ha debido hacer desde que está en letra muerta en las leyes de este país. Es decir, nueva letra para lo mismo, y por lo tanto posibilidad de incumplir lo pactado igual que siempre.

Donde la cosa si se pone peluda, es en todos los temas referentes a la razón misma de que las Farc hayan accedido a “dejar las armas, reincorporarse a la vida civil, y luchar por sus ideas en el marco de la Constitución y las leyes”. Por supuesto que ante tanta concesión y cariño por parte del gobierno, resultaría un descaro y un insulto al pueblo colombiano y a la comunidad internacional no avenirse a firmar tanta belleza. Aquí debo hacer la aclaración pertinente que estoy convencido que todo acuerdo significa concesiones de parte y parte, y que ningún grupo armado se sienta a hacer acuerdos si lleva las de perder. Sin embargo, la magnanimidad de los negociadores del Gobierno, frente a la mezquindad, el orgullo y la tacañería de las Farc es desproporcionada en mi humilde opinión. Nos sorprende que en todo lo que el Gobierno dijo que NO repetidas veces a las voces que se alzaron durante todos estos cuatro años, finalmente no fue cierto, mintió y dijo SÍ.

A continuación explico los SÍ más difíciles de tragar para los colombianos: El narcotráfico es delito conexo con el delito político, es decir, el que ha sido llamado “el cartel de narcotráfico más grande del mundo”, no se lucró de la coca, sino que fue para sufragar su “lucha armada”. Los principales autores de crímenes atroces y de lesa humanidad NO pagarán cárcel efectiva, si confiesan, se arrepienten y resarcen a sus víctimas tendrán “restricción de su movilidad” por unos años. Los guerrilleros condenados por estos crímenes podrán simultáneamente hacer política y optar a cargos de elección popular. Paréntesis: ¿se imaginan que este mismo tratamiento hubiera sido otorgado a los paramilitares? ¿Son las Farc menos delincuentes, menos asesinos, menos narcos, menos terroristas? ¿Cómo resarcirán a sus víctimas si han proclamado  a los cuatro vientos “que no tienen un peso”?

Expertos señalan que el punto de reincorporación a la vida civil del grueso de la tropa debe tener los beneficios económicos contemplados, también las curules a dedo, y en eso creo estar de acuerdo pues la gran mayoría de estos milicianos en su momento no tuvieron otra opción que la guerra y muchos fueron reclutados como menores de edad, y es un tratamiento similar al que se dio a los ‘paras’ en su momento. Suena obsceno para el oído de los colombianos que vamos a pagar parte o mucho de este gasto con nuestros impuestos, pero es uno de los costos inamovibles.

En resumen, el gran escollo para la decisión final de los colombianos cuando vayan a votar por el SÍ o por el NO, va a ser el poder otorgar la impunidad que se está dando a los verdaderos responsables de esta lucha fratricida de décadas de duración. Por lo pronto, el cese bilateral al fuego que se ha dado, resulta un silencio muy elocuente e impactante para este país acostumbrado a las peores manifestaciones de violencia e intolerancia. Sin duda alguna es un gran alivio, especialmente para los miles de compatriotas de las zonas rurales quienes han sido los verdaderos paganinis de tantos desmanes y ofensas.

Solo queda en la conciencia de cada cual poner en la balanza los hechos reales que resulten de este acuerdo, no creo que haya que ensalzar demasiado a los negociadores, quienes si bien cumplieron con su deber, fue un trabajo remunerado por el Estado como cualquier otro, porque ya veo a los lagartos de este país, confundiendo el deber de un funcionario público, con heroicidades y sacrificios que buscan exclusivamente réditos políticos.

Para terminar veo muy grave, que en esta campaña por la refrendación de los acuerdos, un partido político, este pontificando, descalificando, criticando a diestra y siniestra, aupado por el mismo gobierno que se muestra autor y dueño exclusivo del proceso, mostrando sin lugar a dudas ese tufillo desagradable de empezar la lucha por el poder a expensas de este tema, con una anticipación que a todas luces es oportunista y le resta seriedad al verdadero objetivo del proceso. A veces parece que la “búsqueda de una paz estable y duradera” primero debería pasar por casa, pues al interior de la propia alianza política que aprobó todo a pupitrazo limpio hay unas enconadas rencillas que hacia futuro perpetuarán la guerra política que se avecina por el poder y el dinero del cacareado posconflicto.

Para concluir, pienso que para desgracia de este país, la división está servida a la orden del día, la reconciliación la veo utópica, el revanchismo y triunfalismo son los verdaderos ganadores de esta contienda, otra que se agrega a las muchas que ya padecemos, el ánimo de lado y lado está exacerbado de una manera peligrosa, lo que se proyectó como motivo de unión ahonda la desunión entre los colombianos, la propaganda por el SÍ suena destemplada y falsa, y la promoción del NO muchas veces apela a confundir. En medio de este oscuro panorama, los colombianos habremos de tomar una decisión.

 

Jueves, 1 de Septiembre de 2016
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