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Otra vez el invierno

Pero esa no debería ser la noticia. Debería ser, sí, la improvisación, la falta de planeación, la visión a corto plazo.

Otra vez el invierno se toma las primaras páginas de los diarios y revistas. Esa es la noticia de ahora, la de siempre. 

Pero esa no debería ser la noticia. Debería ser, sí, la improvisación, la falta de planeación, la visión a corto plazo. El invierno, en el trópico, ha sido recurrente. Desde siempre ha llovido. Algunas veces más, otras menos, pero siempre ha llovido. Entonces, ¿Cuál es la noticia? 

No soy viejo, pero tampoco joven, y llevo más de 35 años oyendo la noticia, la gran noticia, como si fuera primicia, de que el invierno azota al país. 

No. No nos equivoquemos. Lo que azota al país es su clase política, sus tecnócratas que brincan de cargo en cargo, esperando la pensión. Los que son varias veces ministros, de todas la carteras, como si de esos hombres del renacimiento se tratara, que todo lo sabían, y en todas las disciplina serán hábiles. 

Ya basta de funcionarios que culpan a los dioses (al clima, dice los hombre de ciencia) por las catástrofes, cuando estas, que siempre sucederán, no se pueden prevenir, pero sí se pude preparar a la población. 

Lugares comunes, medio bobadas o bobadas y medio, son lo que oíamos en las noticias cuando los funcionarios encargados de atender la ola invernal hablan: “se debe a la deforestación”, dicen unos. “Es culpa de la mala planeación de las ciudades”, dice el más avispado. ¿En serio? ¿Todos sus cartones, y diplomas, y títulos solo dan para esas frases de cajón? ¡Vergüenza! 

Ahora que recién sucede lo de Manizales, salieron unos hombres y mujeres, muy encumbrados ellos, a decir que se sabía que eso iba a pasar. Que era la muerte anunciada de Nasar. ¿Se lo dijeron a sus supriores? ¿A los medios? 

Ya es hora que, en serio, se tomen medidas para sancionar a los responsables de las catástrofes de Mocoa, Manizales, Tumaco, y todas las que hayan pasado. Y las que pasarán. 

Ya es hora, digo, de que se sancione, por ejemplo, a los responsables de las impericias y la mala planeación de la ola invernal del 2008. Recuerdo que para esa época un respetado colega interpuso una denuncia penal por delitos varios. Se pedía a la Fiscalía que investigara la imprudencia de los actores estatales que, con su pasividad, permitieron que la ola invernal tuviera las consecuencias que ya se saben. Nada ha pasado. 

Más vale una sanción de un centímetro, que conferencias y pedagogía de un millón de metros. 

Es temprano, muy temprano, para anunciar los deseos de 2018. Pero me entrevería, con el perdón de muchos, a desear que cambiemos de problemas. Sé que es imposible no tenerlos, pero ya es hora que busquemos otros. Que la ola invernal no sea el problema, pues ya llevamos 50 años con ese mismo. Que la contaminación del río Bogotá (y su descontaminación) no sean las noticias para el otro año, ya que llevamos 40 años oyéndolas. 

Avanzar no significa dejar de tener problemas. Significa cambiarlos por unos nuevos. 

Miércoles, 26 de Abril de 2017
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