No obstante el alarde que se hace con la muletilla de ´Más progreso´, Cúcuta está marcada por indicadores negativos. Lo pone en evidencia el resultado del programa ´Como vamos´, cuyo manejo corresponde a la Cámara de Comercio. Es un observatorio revelador de un bajo nivel de autoestima, más la falta de cultura ciudadana en la comunidad local por el desdén consentido en la construcción de una identidad basada en valores de mayor significación humana.
El tejido social de la ciudad tiene una marca de inocultable gravedad. Es la pobreza abrumadora. Es una negación de oportunidades. Es la acumulación del desempleo y de la marginalidad en un alto porcentaje de la población. Es también la obstrucción a que llevan los vacíos en educación y en la promoción de opciones en la existencia de las personas. Bajo esas condiciones se aridece el talento y resulta difícil encontrar estímulos que abran posibilidades de emprendimiento efectivo.
Así se genera esa corriente de informalidad laboral, con todas las secuelas de fragilidad en la seguridad social y en el reconocimiento de los derechos individuales y colectivos.
La población que habita la ciudad no encuentra una conexión vinculante con suficiente engranaje para el cumplimiento de sus anhelos o determinaciones.
Pero la vida aquí puede tener otras dinámicas si se le sustrae de aislamientos y afanes secundarios y se infunde un espíritu de creación articulado a objetivos que promuevan beneficios comunes muy por encima de las mezquinas pretensiones de quienes buscan aprovechamientos en detrimento del patrimonio común. Lo cual exige el manejo del poder en función del interés público y no como bolsa de enriquecimiento ilícito.
Se requiere que el ejercicio político de los dirigentes y los servidores públicos esté articulado a los fines del progreso humano. Lo cual impone decencia e idoneidad en todos los desempeños. Cuando la gente sienta que se gobierna para solucionar problemas y no para agravarlos, salir de encrucijadas y no para generar más laberintos, encontrará motivos de querencia por su entorno.
Y además, todo lo que hay de positivo en la ciudad podrá contribuir mucho más a la satisfacción general.
En esa tarea deben estar a la vanguardia las instituciones educativas de todos los niveles. El sector oficial que gobierna no puede anclarse en el lado opuesto. Tiene que liderar un cambio de rumbo, para dejar atrás las prácticas nocivas y cultivar semilleros de talentos con visión renovadora.
Los indicadores negativos no responden a un determinismo inexorable. Y deben variarse. Hay como hacerlo. Porque también se cuenta con fortalezas que deben tomarse en cuenta y aprovecharse.
Puntada
Cuando se escribe esta nota no se conocen los resultados de la marcha uribista de ayer. Pero cualesquiera que sean, sus promotores carecen de legitimidad. Todos están señalados de conductas cuestionables en el desempeño de los cargos en que han estado. Siembre quebrantaron la ley y actuaron con tendencia a lo punible.
