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Los animales y las cosas

Las personas, las cosas, las entidades, tiene derechos porque así se ha acordado.

Duro el debate sobre los animales y sus derechos. Miremos esto con calma: Las personas, las cosas, las entidades, tiene derechos porque así se ha acordado. Hasta hace unos años, las mujeres no tenían derechos políticos, pero luego el consenso mundial cambió y decidió que sí tenían. Lo mismo pasa con otros asuntos, como por ejemplo el medio ambiente. Antes nadie hablaba del derecho a un ambiente sano, y hoy todos lo hacemos.

Comparto plenamente la expresión del procurador general, Alejandro Ordóñez, en el sentido de que los animales no son personas y que, por lo tanto, son cosas; pero el meollo del asunto es si a esas cosas se le pueden reconocer derechos.

No sería la primera vez que ello suceda: A las personas jurídicas, que son cosas, se les reconocen derechos. Y la razón de eso es que la humanidad llegó a un consenso en el sentido de que a las cosas, llamadas personas jurídicas, se les debían otorgar algunos derechos.

El debate animalista está tomando ese camino. Acá presento unos lineamientos para abordar el asunto. Los animales deben ser sujetos de derechos, atendiendo varios criterios:

i) La especie: No puede ser lo mismo un ratón de laboratorio que un elefante.

ii) El grado de amenaza: Habrá que diferenciar entre un animal de una especie en vía de extinción, de otro que es criado en cautiverio.

iii) Se debe reconocer derechos a no maltratar, sobre todo por futilidad: No es lo mismo dar un par de fustazos a un caballo de doma, que prenderle fuego a un animal, como se hace en algunas localidades de España.

iv) Se deben dejar claros los límites de la investigación científica: no será en nombre de los derechos de los perros y ratones que la humanidad se prive de nuevas medicinas, de nuevos procedimientos, pero tampoco se deberán permitir la vivisección, o los experimentos en los que se infligen dolor o sufrimiento por el puro placer de “saber más”.

v) Se debe diferenciar entre el tipo de sistema nervioso que posea el animal. Es una consecuencia del primer punto (la diferenciación de especies), ya que no puede ser tratada igual una babosa de jardín, que un delfín. Ambos son animales, pero tienen sistemas nerviosos muy diferentes, siendo el del delfín muy cercano al de los humanos. Y finalmente…

vi) La cacería deportiva se debe regular y limitar al máximo, de forma que no sean sacrificados animales en vía de extinción, ni sus cuerpos burlados. Es repugnante ver las fotos de esos cazadores, casi todos gringos, mofándose del cuerpo del león, o el elefante… como si matarlo de un tiro tuviera alguna gracia.

vii) Por la dificultad del tema y la cantidad de normas y sentencias que hay sobre el asunto, la fiesta brava y otras fiestas de toros merecen un tratamiento aparte, que será tema de una próxima columna.

Creo que ha habido una antropomorfización de los animales y hay que tener cuidado con ello: El ser humano, la persona, es y debe ser el centro del humanismo, sin que sea ético generar una escala de seres, en la que el hombre ocupe el último escalafón. Eso, apreciados lectores, ya lo vivimos hace unas décadas, en lugares como Auschwitz y Treblinka.

Pero tampoco podemos mirar para otro lado, cuando la comunidad en general está pidiendo a gritos para que se reconozca a los animales como seres sintientes, titulares de algunos derechos.

Habrá, pues, que encontrar la media justa. No es fácil, y este debate no puede darse lejos de la academia, que por ahora sigue muy engolosinada con otros debates, pero que poco ha dicho sobre este tema.

 

Miércoles, 11 de Mayo de 2016
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