El ritual de rutina de muchos de los que son actores en los escenarios de la política y en general de la función pública es el de prometer y generar nuevas ilusiones. Y hasta lo hacen con cierto desparpajo aunque íntimamente tengan la intención del engaño. Ya saben que su demagogia cuenta con clientela cautiva entre los incautos y aliados obsecuentes. El resultado final es el incumplimiento y la frustración, lo cual es caldo de cultivo para las necesidades insatisfechas o los problemas pendientes de la gente.
Es por eso necesario levantar desde la política espacios de debate a fin de hacer un escrutinio más riguroso de los actos de gobierno y de los dirigentes con responsabilidades públicas. Es además la posibilidad de sustraer la política de la postración del clientelismo en que se ha convertido. Es, como decía Alfonso Palacio Rudas en tiempos de convicciones liberales, “para no tragar entero”.
La corrupción con todas sus absorbentes ramificaciones, unida al menosprecio del conocimiento y de las reglas de la decencia, ha hecho metástasis en el sector oficial con la complicidad de expertos embaucadores del sector privado. Es un aporte de fortalezas al entramado que sirve de plataforma a quienes se convierten en explotadores del poder. Contra todo eso hay que ponerse en guardia y no dejarse adormecer por los cantos de sirenas o la imagen de lobos camuflados en la piel de ovejas.
Hay que detectar las estrategias encaminadas a seguir en más de lo mismo, todo aquello que debe erradicarse del quehacer público para poder salir del atraso y abrirles espacios a las iniciativas o proyectos encaminados a producir cambios que mejoren en todos los órdenes las condiciones de vida de la población, con empleo, con educación, con salud, reconocimiento de derechos, con libertades, con paz, con una administración de justicia ajena a engaños. Es decir, la aplicación de la democracia en sus más categóricos contenidos.
Más de lo mismo es seguir asistiendo a la cotidianidad de la mediocridad de funcionarios que no tienen noción de la dignidad de sus cargos, o que confunden la autoridad con la ordinariez y la ley con el abuso. O que conciben el poder como privilegio particular. O no se resisten a la tentación de prevaricar y de incurrir en actos punibles.
Dejarse arrastrar por más de lo mismo es contribuir a ponerle obstáculos a la rueda de la paz y tolerar que quienes no tienen méritos de buenos servidores públicos sean inamovibles. Por eso no se debe perder el espíritu crítico.
Puntada
A Laura Villalobos me unieron la amistad y el común ejercicio del periodismo. Eso nos permitió compartir ideas, utopías, lecturas, viajes, causas gremiales, tertulias familiares y gustos. Siempre fue una persona con fluidez mental, de buen talante estético, amante de la literatura y la música, disposición para la actuación teatral y la vida feliz. Ella y el poeta Eligio Álvarez formaron una animada pareja propicia a las buenas relaciones y el quehacer intelectual.
En todo cuanto intervino puso el sello de su recia personalidad. Con esas calidades se ganó el respeto y el precio de quienes la trataron. Murió en paz.
