Resulta asombroso que la cabeza del presente gobierno, haga un análisis tan falto a la verdad y de un nivel de cinismo que realmente al más desprevenido de los ciudadanos le resulta molesto, cuando habla de corrupción en la reciente posesión del nuevo procurador, y pretende salir en limpio de culpas, mirando “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio “.
Sin lugar a dudas hay investigaciones que traen su propia carga de impacto en la opinión pública, y los organismos del Estado para provecho propio y del gobierno de turno se encargan del “show mediático”, como es el caso de Odebrecht, donde unos funcionarios corruptos en provecho propio recibieron sobornos de la multinacional para favorecer la contratación de obras públicas de primera generación, en el orden de 11 millones de dólares (33.000 millones de pesos mal contados). Estamos todos los colombianos pendientes que les caiga todo el peso de la ley, pero que a su vez se den las respectivas investigaciones sobre las multimillonarias adiciones (900.000 millones que se dieron en el gobierno actual), por parte de la ministra de esa época, Cecilia Álvarez, porque una cosa es que estos funcionarios que propiciaron el tráfico de influencias sean más ricos hoy, y otra muy distinta es como la ministra se deja convencer del cuento a cambio de qué.
Y en ese orden de ideas resultaría muy provechoso pedirle a la Fiscalía, Procuraduría y Contraloría que se haga la misma investigación juiciosa y se le dé el mismo tratamiento escandaloso a otros, eso sí enormes casos de corrupción, con detrimento directo al patrimonio de todos los colombianos, que siguen en el congelador por cuenta de la presión que se debe estar ejerciendo para que las investigaciones no prosperen en ningún caso. Ya va siendo hora que este gobierno, que va en su séptimo año, muestre la cara sobre el robo descarado que ha permitido de los recursos en públicos en cabeza de sus allegados políticos en las regiones, a cambio de su voto positivo a cuanta iniciativa legislativa se le ocurra, así vaya en detrimento de la ciudadanía.
La consecución de la Paz ha traído sin duda beneficios en las cifras de mortalidad, ataques a infraestructura, y poblaciones, con el altísimo costo que se debe pagar en cuanto a beneficios para las Farc y sus crímenes. Sin embargo, el descuido en la seguridad ciudadana de las urbes, el crecimiento desmedido de los cultivos ilícitos y su relación directa con una mayor criminalidad asociada al narcotráfico, a la inseguridad en las fronteras, en especial con Venezuela, el empobrecimiento progresivo de la clase media, el favorecimiento tributario de las grandes empresas, el aumento desmedido del IVA para cubrir un déficit fiscal desbocado y aumentado por la vena rota de la corrupción, el desmedro de la salud en Colombia sacrificando a las Instituciones prestadoras, al personal médico y todos los trabajadores que dependen de ella, es un saldo en rojo que lo único que ha traído es una disminución alarmante en la calidad de vida de los ciudadanos, en su capacidad de ahorro y en la visión de un futuro incierto y preocupante.
Esta falta de sintonía con lo que piensa la gente, la indolencia que se muestra ante el clamor nacional de no seguir favoreciendo la política clientelista que llevó la corrupción a sus máximos históricos, le resta credibilidad y lo tiene sumido en un pobre nivel de favorabilidad; así el presidente diga que ni el, ni su familia ni sus altos funcionarios han sido acusados de nada porque todos son unas mansas palomas, es algo que no lo cree nadie, menos con un sistema judicial embarrado en su propio lodazal, (la Judicatura dejó perder más de 6 billones de pesos, y hay 4.4 billones en riesgo) y chantajeado por un poder Presidencial sin ningún control real de sus actuaciones. Sumen cifras señores a ver si lo de Odebrecht amerita tanta tinta en los periódicos.
