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Columnistas
La encrucijada de los retrógrados
Sábado, 13 de Mayo de 2017

Inamovibles en sus dogmas doctrinarios hay colombianos que se rasgan las vestiduras ante hechos que se dan en otras latitudes. Por ejemplo, detestan al presidente venezolano Nicolás Maduro por sus actos de represión y lo clasifican entre los más brutales dictadores del planeta. Pero al mismo tiempo lo que hacen es semejante a ese disparate. Son clasistas y defienden el principio determinista de la desigualdad. Se identifican con las políticas de Donald Trump y aspiran a que este los arrope con su manto belicista. Propician la exclusión, se encolerizan cuando se informa de sus actos negativos y buscan que se tapen sus faltas. Son cómplices de violencias destinadas al exterminio de sus contrarios, así como protagonistas de operaciones de corrupción. Maltratan a sus trabajadores y se aferran a la intolerancia, convencidos de que su torpeza es verdad inapelable, con categoría de infalibilidad. Son defensores del llamado “principio de autoridad” con ánimo inquisidor, para amparar el ejercicio abusivo del poder y no con disposición racional de su manejo. No reconocen derechos que puedan restarles privilegios y siempre están dispuestos a censurar, a acallar las voces contestatarias como preservación del statu quo que es semejante a un seguro del atraso impuesto.

Abundan las contradicciones entre muchos de los colombianos que critican a quienes promueven cambios que saquen al país de las trampas del atraso. Nada de lo propuesto les parece bien y para oponerse infunden pánico mediante la propagación de mentiras intencionales y calculadas en sus  efectos desorientadores. Lo hicieron en la campaña de envenenamiento del plebiscito del 2 de octubre de 2016. Lo han hecho para deslegitimar el acuerdo de paz con las Farc. Se inventaron el remoquete del ‘castrochavismo’ como una forma de desacreditar las políticas encaminadas a fortalecer la democracia y la convivencia. Acuñan toda suerte de infundios en el afán de engañar, aprovechando la desinformación. Diestros en embaucar incautos, pescan en las turbideces del río revuelto.

Esos beligerantes críticos han perdido autoridad moral, porque obran como patrocinadores de las peores causas. Creen que la libertad es un embeleco generador de riesgos y prefieren el autoritarismo.

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