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La ciudad vencida
Lunes, 8 de Junio de 2015

Para el mes de agosto de 1937 llegó a Bucaramanga un tolimense iconoclasta que había hecho carrera en Cartagena como periodista, pero por su intrepidez, pues la había emprendido contra la clase dirigente del “corralito” denunciando desde el periódico El Mercurio todo lo que había convertido a Cartagena en una ciudad postrada, fue expulsado de la misma sin contemplación, luego de cinco años de periodismo honesto.

En su veloz salida llegó a Bucaramanga, se instaló en el Hotel Savoy –por los lados del mercado- y de un tirón escribió en poco más de 200 páginas un libro que entonces dio mucho que hablar y desde Cartagena se ordenó evitar que llegara al mayor número de lectores: La ciudad vencida. La Cartagena de ayer, la Cartagena de hoy, es el libro que parió en Santander y que prologó el entonces joven director de Vanguardia Liberal, don Tomás Vargas Osorio.

Desde los periódicos “El Mercurio” y “El Mundo” –fundador él de este último- trató de hacer reaccionar a una ciudad que vive “del contrabando, la usura, el juego, la prostitución, el crimen y el prevaricato”, como la describe el autor y lo confirma el prologuista.

Todo fue inútil porque la ciudad fue vencida principalmente por los malhechores de cuello blanco apoltronados en la burocracia como si fuera propiedad privada, y el autor hace un cotejo entre aquella ciudad “corajuda y valiente”, que leímos en los libros de historia patria, con la ciudad “convertida en cueva de una caterva de facinerosos, enemigos secretos de lo público, donde los hijos hablan mal de los padres y éstos de aquéllos”. Lo mismo que en 2001 denunció el escritor Oscar Collazos en su libro Cartagena en la olla podrida; y el cantante Fausto en su disco Soñando con el abuelo.

Ahora que la Carta consagra la defensa del patrimonio público llama mi atención el capítulo destinado a los Monumentos históricos, porque el autor aprovecha para denunciar la destrucción y abandono de los mismos, junto con la pérdida de archivos valiosos de la Colonia. Entonces recuerdo que en otras ciudades también desaparecen sus esculturas y nadie da razón de ellas.

El autor de este libro no es otro que Julián Devis Echandía, tan visionario que este libro podemos leerlo en cualquier ciudad de Colombia como si hubiera sido publicado ayer.

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El pasado sábado 06 de junio, página 10A, La Opinión informa que en Valledupar murió el exministro y exsenador Crispín Villazón de Armas -padre del cantautor Iván Villazón-, de quien recuerdo que luego de perder su curul en el Congreso de la República regresó en 1985 para aspirar al cargo de secretario general del Senado, lo que entonces causó sorpresa y admiración.

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