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Iter criminis

Está en juego el prestigio y el futuro de dos funcionarios que dicen ser independientes.

Si los órganos de investigación quieren hallar responsables por los giros de Odebrecht a las campañas políticas, solo tienen que seguir la ruta del dinero. En estos tiempos tecnológicos y azarosos, la trazabilidad de cualquier movimiento bancario (máxime cuando se trata de sumas considerables) no es asunto que pueda ocultarse fácilmente. La plata de los constructores brasileros que presuntamente patrocinó parte de la reelección del presidente Santos es fácil de ubicar y determinar, siempre y cuando exista la voluntad política por parte del fiscal y del procurador. Está en juego el prestigio y el futuro de dos funcionarios que dicen ser independientes.

Pero, más allá de si la justicia opera o no, nadie puede negar que se trata de un asunto de extrema gravedad: el lavado de activos es evidente (no solo se refiere a temas administrativos), al punto que algunos han llegado a compararlo con el proceso 8000. Hay una gran diferencia entre ambos: en el escándalo de Samper, los narcofinaciadores nunca delataron a nadie; hoy, la cosa es diferente: Marcelo Odebrecht y sus socios han dicho tanto que tienen a muchos expresidentes de distintos países ad portas de un “canazo” y a varios gobiernos en ejercicio a punto de caerse. La colaboración ha sido supremamente eficaz, al punto que hasta los gringos los dejaron quietos; incluso siguen ejecutando obras en Norteamérica.

El que Santos, que no conoce de lealtad por nadie, se haya rasgado las vestiduras defendiendo a “Gini y Ceci”, generó en el suscrito gran sospecha. Las citadas exministras urdieron una “travesura” multimillonaria, que benefició a Odebrecht y a la familia de una de ellas. En esa oscura operación, como ya se sabe, participó Enrique Riviera secretario privado del presidente quien también tiene íntimos lazos con los Parody (nada de lo anterior habría podido hacerse sin el guiño presidencial). Luego aparece en escena un testigo que declaró formalmente que entregó un dinero de parte de Odebrecht a un emisario de Roberto Prieto, a la sazón gerente de la campaña reeleccionista. 

¿Acaso la adición injustificada del contrato Ocaña-Gamarra es una jugada a tres bandas, para pagarle favores a los Parody y a Odebrecht, ambos al parecer financiadores de la campaña Santos II? Amanecerá y veremos.

Los aportes a la campaña de Oscar Iván Zuluaga (si es que los hubo) no están relacionados con sobornos. Lo de Santos sí, porque se trataba de un presidente en ejercicio, cuyo gobierno tomó decisiones que terminaron por beneficiar a Odebrecht, como ya está probado. Los “enmermelados”, mientras ponderan al estratega político de izquierda Duda Mendoça, que señala a Zuluaga, tratan de descalificar el testimonio de Otto Bula, tachándolo de uribista; pero se equivocan si creen que un negociante tiene ideología. Lo que pasa es que el que las hace se las imagina: como a Zuluaga le infiltraron a un hacker chimbo, ahora el régimen posa de infiltrado.

Santos tiene una ventaja en todo esto: su popularidad no puede caer más bajo de lo que ya ha caído.

La ñapa I: Señor fiscal, un dato: revise las cuentas de la fundación Buen Gobierno y los giros hechos a esta y a Roberto Prieto por importantes empresas colombianas del 2014 a la fecha. Encontrará sorpresas.

La ñapa II: Tiene uno que estar muy jodido en la vida para que lo defienda Ernesto Samper.

Jueves, 16 de Febrero de 2017
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