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Gestos de paz
Todo se puede arreglar por las buenas. Es la verdad.
Sábado, 12 de Diciembre de 2015

Todo se puede arreglar por las buenas. Es la verdad. ¿Por qué matarse por la causa que sea?

No vale la pena. Por lo general, un apunte gracioso tiene el efecto de distender los ánimos, relajar al más iracundo y hacer olvidar el motivo que originó la discordia.

Ello constituiría un verdadero gesto de paz, muy distinto de la pistola que le hacen las Farc al gobierno de Juanpa, que piden y piden y Santos cede y cede. Repitamos que hacerle pistola a otro no es propiamente un gesto de paz, pero hacer lo que le hizo Mateo a Purifico sí lo es.  

Me contaba mi padre que conoció a ciertos  finqueros – llamados Mateo Rondero y Purificación Manjarrés o Purifico - que entraron en conflicto porque un puerco se entró a la huerta del uno y acabó con lechugas, cebolla, tomate, berenjena y cuanto pudo.

El ofendido le protestó al otro, exigiéndole al tiempo la reparación de los daños causados en dinero contante y sonante.

El dueño del cochino destructor no fue consciente, y en lugar de reconocer la falta le cargó la culpa al reclamante atribuyéndole responsabilidad por no cercar la granja.

La discusión se agrió al punto que los dos colindantes amagaron con sacar sus machetes y dirimir la marranada con otra marranada peor.

Solo la intervención de las mujeres con sus llantos y clamores y la mediación de noveleros impidió una tragedia.

Por semanas la frialdad reinaba entre los dos viejos amigos.

Aquella camaradería, aquella solidaridad en los trabajos agrícolas, y hasta los préstamos de ollas, de sal y condimentos entre las dos comadres, se acabaron.

En suma, surgió una peligrosa enemistad.

Pero un buen día, uno de ellos, Purifico, quiso zanjar el pleito y llamó un muchacho para enviarle un recado a su contrincante:

Dígale a Mateo Rondero que al fin cómo quedamos y cómo es la cosa del marrano.
 
Aquel día Mateo estaba de excelente humor. Lo menos que deseaba era alguna contrariedad, de modo que le contestó al mensajero:

Dígale a Purifico que la cosa del marrano es así, (e hizo una señal con un dedo indicando una rosca o una espiral).

El joven llevó la razón tal como la oyó de  Rondero.

Al escuchar Purifico semejante respuesta quedó desarmado y soltó una carcajada con todos sus pulmones.  

El pleito de los dos vecinos se canceló y reanudaron la amistad que los había unido durante toda la vida.

orlandoclavijotorrado@yahoo.es

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