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Gallina vieja
Cúcuta era una bella ciudad hasta que llegaron los ardilas, los castillos, los donamaris, los acevedo.
Viernes, 5 de Junio de 2015

Renuncia Javier Ardila a la Secretaría de Tránsito Municipal para sumarse a la campaña de David Castillo. David Castillo renuncia a la secretaría de gobierno para postular su nombre a la Alcaldía con el respaldo de Donamaris.

Donamaris renunció a todo (principios, familia, ética, moral) para ser alcalde de Cúcuta. Jorge Acevedo renunció a no sé qué cosa para ser candidato también él a la alcaldía de Cúcuta.  

Cúcuta era una bella ciudad hasta que llegaron los ardilas, los castillos, los donamaris, los acevedo.

Todos renuncian por Cúcuta, pero Cúcuta no progresa. Lo que antes era una bella ciudad ahora es una tristeza sórdida y caótica, insegura y peligrosa, llena de huecos, delincuentes y semáforos rotos.

Una ciudad informe, con alto índice de desempleo pero maquillada en las estadísticas. Todos renuncian, digo. Pero el que más renuncia es Javier Ardila. Renunció a su vida honesta de abogado litigante para convertirse en funcionario de Donamaris que lo nombró sub secretario de juventudes.

Luego renuncia al cargo para ocupar la secretaría de cultura. Renuncia  a la secretaría de cultura y pasa luego a la de tránsito. Fue alcalde encargado por unos días y si la ciudad no reventó fue porque tuvimos suerte. El alcalde ha popularizado la frase, según la cual, “si usted quiere hacer lo que le dé la gana, por favor, váyase de Cúcuta”.

Pero aquí el alcalde y sus secretarios y sus candidatos hacen lo que les da la gana con la ciudad y no sólo no se van, sino que se quedan atornillados en una carrera política que se parece más al de la mafia que al del servicio a  la ciudadanía.

Una prueba de ello es la renuncia de Ardila a la secretaría de tránsito para evadir el control político al que lo había citado el Concejo municipal.

Muy mandoncito con sus subalternos, muy crecidito con sus empleados, pero una completa gallina para responder por sus actos. Ardila sabía que le esperaba una moción de censura porque la veeduría Cúcuta Ciudad Verde (a través de Cristian Leal, Ronald Peterson y Omar Javier García) tramitó peticiones de interés general, quejas ante la procuraduría provincial y regional y solicitud formal de decretar moción de censura frente al Concejo de Cúcuta por las actuaciones del señor Javier Ardila. Huyó, como hacen todos.

Como hará el alcalde si no es que lo capturan antes, cuando las autoridades saquen a la luz pública las turbulencias de su administración.

El alcalde tenía treinta días para aceptar la renuncia de Javier Ardila, pero la aceptó de manera inmediata. Tenía que proteger a sus gallinas: gallina vieja que come y bebe pero no pone. Por cosas menos graves a las cometidas por Ardila la procuraduría  sancionó a Gustavo Petro. Pero estamos en Cúcuta, donde los funcionarios hacen lo que les da la gana: con el presupuesto, con la gente, con los contratos, con las licitaciones. Yo no sé si ha habido muertos, pero sí muchos accidentes por el mal estado de los semáforos de la ciudad a pesar de que su despacho ha recibido cerca de ocho mil millones de pesos para modernizar la red semafórica.

Recuerdo que al primer llamado del Concejo, Ardila se excusó porque sufría de vértigo. Una forma de vértigo se da cuando el oxígeno no alcanza a llegar al cerebro. De eso mismo deben sufrir los demás candidatos arriba citados. Pero yo no creo eso de Ardila. Las gallinas no sufren de vértigo: duermen de pie y no se marean. Huyen, pero no se marean.

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