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En el bolsillo ajeno

No hay argumento que no se haya utilizado para conseguir que el ciudadano de a pié entregue su platica.

Desde que el hombre cometió el error inmenso de bajarse del árbol, donde se encontraba muy cómodo, tuvo la genial idea de elegir un jefe de la tribu, quien pocos segundos después recibió la inspiración divina y empezó a recaudar dinero para la compra de su carro blindado, su avión privado y todos los aparatejos que muestran la superioridad de un humano sobre los demás. Ahí se inventaron los impuestos, primero voluntarios y después obligatorios.

La idea ha pasado por todos las épocas de la humanidad y ha permitido, mejor financiada, la existencia de personajes como Nerón y Calígula, Fernando séptimo, Hitler, Franco, Castro y demás sátrapas, que han atormentado a la humanidad con el único propósito de sacarle del bolsillo hasta el último centavo. 

Se han inventado toda clase de trucos, incluyendo la fundación de toda clase de iglesias, que recurren al expediente de asustar a la gente con el fantasma del diablo o con ideas más modernas, como la igualdad de género, la presidencia de Timochenko, la entrega del país a la guerrilla y otras mentiras, ideadas por asesores extranjeros, que aconsejan atemorizar a las gentes para que saquen lo que esconden debajo del colchón y se lo entreguen a los mandatarios, quienes se gastan la plática en comprar aviones, tanques, fusiles y aparatos destinados a asustar a los vecinos. O en construir centros comerciales o adiestrar  caballos de paso para poder pasear con un pocillo de café en la mano. 

No hay argumento que no se haya utilizado para conseguir que el ciudadano de a pié entregue su platica. Ha tocado, inclusive, inventar guerras o invasiones, y en otras, el trillado cuento de las llamas del averno, con Satanás incluido. También se habla de ayudar a los pobres o de realizar obras que a la larga sirven para conseguir más dinero. Que sirve para sobornar funcionarios, como se acaba de revelar. 

Hay una escuela política muy rentable: la demagogia, que acaba de imponerse nada menos que en las elecciones de Estados Unidos, donde el candidato triunfador ofreció a la mayoría ignorante regresar al pasado, cuando el país fue grande. Esta escuela se usa para dilapidar dinero en subsidios de vivienda o en gastos destinados a amarrar los votos de los necesitados. En este campo si hay posibilidades infinitas: gastar el dinero ajeno es lo más fácil. Lo demuestra la idiotez de los venezolanos, que regalan millones de dólares a los cubanos mientras ellos no tienen que comer.   

Aquí no faltan los cultores de la misma escuela. Ha habido varios inventos, uno de ellos las primas para empleados domésticos, que agravan la situación económica de los hogares, azotados por el aumento de los impuestos y  la congelación de los ingresos. Se sube el precio de los servicios públicos y de todos los rubros oficiales pero se mantienen congelados los ingresos de los trabajadores y de los  indefensos pensionados, que pagan el triple de los asalariados con destino a las desprestigiadas EPS. Y eso no es todo. ¿Qué tal el aumento de la gasolina o el del predial? Entiendo que el Estado necesita más dinero pero no debe ser a costa de quienes tienen modestos ingresos. Que paguen quienes tienen es ley de la justicia tributaria. Así como que no se dilapiden los recursos de la bonanza petrolera.  GPT   

Viernes, 30 de Diciembre de 2016
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