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El proceso de paz y Norte de Santander

¿Se acabará automáticamente esa violencia que nos ha caracterizado desde los años de la denominada patria boba? 

Pese al escepticismo nacional en relación al proceso de paz, se anunció con bombos y platillos el preacuerdo logrado, que innegablemente beneficiará al país, al ponerse fin a más de 50 años de rebelión del grupo insurgente más fuerte en contra del Gobierno Nacional. 

Es innegable que los otros grupos armados no cuentan con la logística, condiciones, número de integrantes y fortaleza de ese grupo armado. Más sin embargo, menester es refrendar los puntos sobre los cuales se divulgó el acuerdo inicial, para finiquitar el proceso de paz. 

Este hecho, genera grandes expectativas, sin que podamos decir que sea la panacea, pues, seguirán operando los otros grupos armados y las denominadas bacrim.

Lo preocupante en este aspecto, es que no todos podemos estar contentos, sin conocerse plenamente lo que se negoció, el precio de la misma, cuando, es apenas natural, que deban hacerse concesiones, para evitar esa prolongación innecesaria de la guerra que tantos problemas, viudas, huérfanos, mutilados y damnificados ha dejado al país, así como se cierra la oportunidad de incrementar la inversión extranjera en el país, por estar signado por esa violencia de la cual muchos hemos sufrido en carne propia algunos de esos actos demenciales que afectan tan profundamente a la nación y que deja resquemores, cicatrices, casi imposibles de borrar en muchas personas afectadas directamente por esas vivencias. 

Esa firma indispensable para zanjar heridas, así no goce de popularidad nuestro presidente por múltiples razones, es un gran paso hacia la consolidación de nuestro país, en la búsqueda de erradicar la violencia, pero, acá cabe preguntarnos: 

¿Se acabará automáticamente esa violencia que nos ha caracterizado desde los años de la denominada patria boba?  Es natural que no, pero, si servirá para ir tomando conciencia de la necesidad imperiosa de canalizar todas las energías en pos de una nueva Colombia. 

¿Qué pasará con departamentos como el Chocó, la mata del abandono estatal, Cauca, Nariño, Arauca o Norte de Santander donde los elenos tienen marcada influencia? Es obvio, que ese abandono del Estado si no se negocia con los otros grupos sediciosos, repercutirá en crecimiento de ellos, con la natural consecuencia de persistir una situación de desorden público.

Qué va a acontecer con el Catatumbo, si no se ha mirado como debe ser la otrora zona petrolera, en total descuido por los gobiernos de hace muchos años, que han conllevado a situaciones de vulneración de la paz y tranquilidad, suplantadas por el caos en los paros vividos allí, como consecuencia de la inercia de los gobernantes de turno de índole nacional, para solucionar tantos problemas que lo aquejan, recibiendo promesas que no se cumplen y deterioran cada vez más la zona.

Y en la Habana no se tocó el cáncer más grave que vive Colombia, como es la corrupción, que generó la inconformidad inicial de esos grupos alzados en armas. 

He ahí el gran reto que afrontará el Estado si quiere conservar los acuerdos pactados, garantizar la seriedad en las promesas y cumplimiento de lo convenido para sacar esa rica región del ostracismo y descuido en que se encuentra. 

Es hora de construir, antes que destruir, unir fuerzas en una sola dirección, para lograr estabilizar nuestro país, evitando el derrame injusto de tanta sangre vertida en todos estos años de lucha fratricida que sólo ha servido para diezmar los intereses de la nación. 

Ojalá se concienticen los otros grupos que persisten en esa lucha, de atentados, secuestros y heridas que laceran el alma de muchas familias de nuestra región y de todos los conciudadanos y negocien una salida política que aniquile la presencia de los grupos en rebelión. 

GUILLERMO RAMIREZ DUEÑAS 

Viernes, 8 de Julio de 2016
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