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División insalvable

Santos en su afán por presionar aún más sale a decir que el Plebiscito se puede convocar.

Parece un chiste, pero estamos ad portas dizque de firmar un acuerdo de Paz con las Farc dizque para detener la guerra, pero la polarización en Colombia está alcanzando niveles peligrosos de división del país con un cariz irreconciliable como hace mucho en nuestra historia no se vislumbraba. ¿Y todo porque? Por cuenta de decidir si estamos de acuerdo o no, con lo acordado finalmente por las partes, Gobierno y Farc, en La Habana, acuerdo este que el mismo Gobierno se ha encargado de hacerlo llegar a cuenta gotas y sin decir toda la verdad, pues según las partes falta mucho por acordar, por lo que la opinión publica maneja un gran nivel de desinformación, dudas y temores, alimentados por la interpretación que se le ha dado a lo que finalmente es la piedra en el zapato de los colombianos: la manera como las Farc pagarán por sus crímenes de Lesa humanidad, la forma como llegarán a hacer política, y la manera como se resarcirá a las víctimas.

Porque sin mayores ambigüedades, esto último es lo que la opinión pública no puede tolerar, y es también la razón en la cual chocan las dos posturas principales: de un lado, el Gobierno que acordó sustituir la cárcel por una figura nebulosa de “restricción de la libertad” aun para crímenes no amnistiables, la elegibilidad política para los autores de dichos crímenes, y la no claridad plena sobre el resarcimiento a las víctimas por parte de sus victimarios y no de toda la sociedad colombiana que terminara pagando con impuestos esta carga económica. Y del otro lado el Centro Democrático que no transige ciñéndose a los tratados internacionales firmados por Colombia, que los crímenes de Lesa Humanidad deben ser pagados con cárcel efectiva así sea por unos años simbólicos, la no elegibilidad política de guerrilleros acusados y condenados por dichos delitos, y la necesidad de un arrepentimiento sincero de las Farc con la sociedad colombiana y el compromiso que contribuyan con sus miles de millones producto del narcotráfico a resarcir el daño causado.

Y en este agrio enfrentamiento, vamos a enfrentarnos con todas las malas mañas del juego electoral unos y otros chantajeando con la guerra si no se vota por el Sí, y con una paz imperfecta y jurídicamente débil si no se vota por el No. De un lado el Gobierno no puede darse el lujo de perder cuatro años de negociaciones y todo su capital político apostado a este acuerdo, para lo cual habrá de usar todo su poder mediático, presupuestal, de presión política a los gobernantes regionales y a los funcionarios estatales, que no es hablar de poca cosa, con el fin de imponer con ese bajísimo umbral del 13% que manipuló a su antojo, el SÍ al acuerdo final.

Con un agravante, y es que Santos en su afán por presionar aún más sale a decir que el Plebiscito se puede convocar así no haya firma final del acuerdo, es decir, votar un acuerdo aún no acordado. Con todo respeto por esta maniobra de último momento, la opinión pública se va a sentir más presionada y obligada con el peligroso resultado contrario al esperado.

Cada paso en falso del Gobierno, cada duda no resuelta, cada maniobra de nepotismo, será aprovechado por el otro bando en contienda para poner el dedo en la llaga de lo intolerable del acuerdo, del sapo que no podrá pasar por la garganta de los colombianos, repitiendo hasta el cansancio que este acuerdo debe revisarse, que estamos abocados a serios problemas en el futuro con la CPI y con otros tribunales por cuenta de pactar cierto nivel de impunidad inaceptable, impunidad que ha sido la que ha permitido que las Farc aceptaran dejar las armas, volverse partido político y dejar de narcotraficar. El problema es, ¿están los colombianos dispuestos a dejar pasar todo lo demás?

Viernes, 5 de Agosto de 2016
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