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¿Con el Eln es diferente?

Son dos negociaciones diferentes con dos negociadores diferentes. Dos liderazgos casi antípodas. El uno muy caudillista y explicable.

Pensamos que sí. El nacimiento fue así: De la marejada liberadora que barrió desde Argentina a Venezuela y Colombia las dictaduras suramericanas de Juan Domingo Perón, Marcos Pérez Jiménez y Rojas Pinilla y que cundió en Centroamérica y el Caribe, se llegó a la caída de Fulgencio Batista con el triunfo de la Revolución Cubana.

USA, Kennedy y King adobaron la brisa libertaria  con la reivindicación por los derechos civiles, de la paz, de la intimidad, de la liberación femenina y de las otras,  y  pusieron más adobo con la crisis del coloniaje, la pesadilla termonuclear de los imperialismos americano y soviético y su Guerra Fría. Tal fue el alimento ideológico del Eln.

Siete de once universitarios de 23 años, en promedio, que regresaron de su entrenamiento militar en Cuba lo crearon: Víctor Medina Morón, Ricardo Lara Parada, más tarde fusilados por ellos mismos, Fabio Vásquez Castaño, Heriberto Espitia, Mario Hernández y José Merchán, juran como en Cachiri, “Ni un paso atrás” liberación o muerte.  Esa juventud rebelde se enriquece luego con las predicaciones del cura Camilo Torres, muerto en combate en la mayor de las ingenuidades de un guerrillero romántico.  En su proceso se fanatizan los ideales, hay contradicciones dirimidas al mejor estilo de Saint Just-el arcángel de la muerte-, con injusticia y con crueldad. Así se ejecuta, en 1968, a Víctor Medina Morón y a su comando, a José Ayala, a Julio César  Cortes y a Helidoro Ochoa.  Yo solo conocí a Julio César Cortes.

Las contradicciones se llevaron, además, a Jaime Arenas Reyes, a quien “murieron” en 1971 en una calle bogotana, por haber escrito “La guerrilla por dentro. Dos años antes ingresaron al Eln dos curas, obsesos de la teoría de la liberación y le tiraron nuevas líneas.

Como ven, los orígenes marcan. Los tiempos también. El Eln, para bien o para mal, tiene mayor contenido ideológico en su proceso, a pesar de sus profundas e inmensas contradicciones. Pero en su esencia perdura un contenido acendradamente social, frente a las explotaciones de todo orden de nivel nacional e internacional, frente a la exclusión y la pobreza, la desigualdad y el abuso del poder. El cocktail marxista-leninista funciona con la teoría de la liberación de Camilo, de Manuel Pérez y de Laín.

La misión de Juan Camilo Restrepo es algo diferente, conoce las aguas, las tibias y las heladas. Media vida pública la ha hecho en esta tierra de Dios que quiere la paz, la otra media en Europa y en los organismos internacionales.

Son dos negociaciones diferentes con dos negociadores diferentes. Dos liderazgos casi antípodas. El uno muy caudillista y explicable. Las Farc siempre tuvieron jefe único, caudillismos especializados, según sus frentes. El Eln, en cambio, siempre más colegiado, más disciplina ideológica, a veces intolerante y cruel, pero con líneas casi inmutables.

Las dificultades de Juan Camilo están en el manejo de la camisa de fuerza aprobada por el Congreso, con sus variables de justicia y de programas posconflicto. Encuentra una  militancia de cierta forma muy distinta, de formación confesional de grupo muy “Robesperriana”,  la ética revolucionaria rayana en el fanatismo.

Así las cosas, la negociación tiene dos filos, que si se lleva con discreción y definiciones previas acordadas sobre lo sustancial, concluirán pronto, si por el contrario son pretexto de seguir negociando, no terminarán nunca. López Michelsen lo advirtió en sus palabras pendientes; “¿Puede el Gobierno adelantar conversaciones admitiendo de antemano que los alzados en armas, no se van a desarmar?”.

Miércoles, 8 de Febrero de 2017
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