La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

Adiós a las armas

La fase de desmovilización de los alzados en armas es un hecho irrefutable.

Contra todos los pronósticos adversos, la oposición de los defensores de los llamados inamovibles y de la beligerancia de los sectores que se benefician de la violencia, las negociaciones entre el Gobierno y las Farc se consolidaron.

La fase de desmovilización de los alzados en armas es un hecho irrefutable y no hay Ordóñez que pueda alterarlo.

Falta la implementación del Acuerdo pero este proceso está también en marcha y cuenta con las dinámicas que le pondrán las fortalezas necesarias.

Puede decirse que el punto final de este conflicto armado en 50 años en Colombia ya está puesto, aunque falte el acuerdo con el Eln. La perspectiva es favorable a esta otra negociación.

Así como el M-19 no defraudó a los colombianos en el cumplimiento de su compromiso de dejación de la lucha armada, las Farc están demostrando seriedad en cuanto el acatamiento a lo pactado.

Hay transparencia en la conducta de quienes fueron actores beligerantes en los frentes de insurgencia.

La voluntad está puesta del lado de la reconciliación, lo que facilitará la reparación a las víctimas del conflicto y la construcción de confianza para dejar atrás prejuicios nocivos, con lo cual se contribuirá al fortalecimiento de la institucionalidad basada en una democracia que exprese sin ambigüedades el interés general por encima de privilegios de minorías abusivas.

Se puede celebrar con regocijo colectivo el punto final de la guerra. Es un adiós a las armas, que pone a la nación en otro rumbo y lleva a que se asuman nuevas responsabilidades que hagan posible desmontar las azarosas condiciones de desigualad, de exclusión y de ultraje predominantes en el manejo descomedido del país.

Sin embargo, ese adiós a las armas impone responsabilidades a todos. Exige cambios de fondo, sin más aplazamientos. Además, debe llevar a la erradicación de cualquier forma de corrupción y a un ejercicio político ético, en función del interés colectivo. No podrá seguir la nación desviada por los dirigentes sin pudor que forman carruseles para apoderarse de los recursos públicos   y acumular riqueza en detrimento de los programas destinados a mejorar las condiciones de vida de la población más afectada por la pobreza y la falta de oportunidades.

El adiós a las armas obliga al Estado a proteger los derechos y las garantías de todos los colombianos, sin discriminación. Esos derechos están referidos a la salud, la educación, la protección de los recursos naturales, la correcta administración de justicia y la lucha contra el crimen. También es de prioridad cerrarles los espacios a la corrupción, al abuso de poder y al despojo de los bienes de los campesinos, además de blindarlos contra el desplazamiento impuesto por gamonales y latifundistas inescrupulosos. Es el reconocimiento de la dignidad a las personas. Es despojase de mezquindades y de trampas y entender la libertad en su esplendor y en la magnitud de su valor existencial.

Puntada

La justicia colombiana debe tener la capacidad de desenrollar la madeja de los ilícitos de Odebrecht para que se llegue a la verdad y se eviten falsas versiones que buscan encubrir a los verdaderos responsables de posibles actos punibles. No debe convertirse este caso en una cacería de brujas ajena a la realidad. Es una prueba bien exigente para medir la probidad de los jueces. Se trata de un escándalo de tan abrupto entramado, que no puede quedase en meras sospechas.

Sábado, 11 de Febrero de 2017
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día